jueves, 2 de agosto de 2012

La vida cotidiana de un gato en Movek.


Des de la repisa de una ventana, un gato se asoma con los ojos entreabiertos. Se estira y despide un bostezo, mientras el cielo gris se convierte en anaranjado. Risueño anda hacía dentro. Puede ver a su amo, un excelente esposo, padre y trabajador, fornicando con Valeria, una excelente limpiadora cubana (no solo de cristales como puede apreciar en ese momento). Mientras sus cuerpos sudorosos se retuercen entre los cojines, empieza a maullar por un poco de leche. En notar su cara dolorida por culpa de una zapatilla, se aparta con la cola y el hocico bajado y anda hacía al balcón que esta al otro lado de la casa. Mira hacía abajo y ve las rocas empinadas.

En el desierto  gris, unos niños juegan  con una pelota hecha de paja y un poco de barro. Mira al horizonte y ve el agua que se va  acercando, como de costumbre. Pronto los niños tendrán que subir los peldaños para alcanzar la puerta y corretearan por la calles. Mientras tanto, sus madres terminaran de recoger sus herramientas  y volverán cansadas con sus esposos, quienes habrán estado cuidando de la casa. En tumbarse en la cama olerán el sexo y la infidelidad, pero resignadas por no tener una prueba más evidente, se callaran y rezaran por pillarlo un día.  Llegado a este punto, el gato ya esta terminando de lamerse y  se va directo al techo. Consigue atrapar un Zulú bastante gordo y feliz empieza a mover sus voluminosas caderas hacía el Monasterio, en la parte de arriba de Movek.

Se posa en un techo y observa los guardias que privan el paso a los niños.
-A ver si algún día te veo un jueves a las cinco, como  toca!
-Señor, no puedo ver el jardín al menos?
-Qué no. Venga, vuelve a casa chico, tus padres deben estar preocupados.
-Solo la cascada roja, porfaporfaporfaporfa…
-Bueno, ¿si te doy un caramelo, té iras? -. El chico lo mira con el ceño fruncido y a grandes zancadas vuelve por donde vino.

 Mientras, el gato solitario baja de la ultima casa, hacía el patio. Antes de saltar, oye unos gritos, y curioso mira hacía abajo. El mar esta ya casi tocando los peldaños, y dos chicas están golpeando las puertas de piedra frenéticamente. “Somos Clarise y Victoria, abridnos por favor!” se escuchaba de lejos “Estamos en el registro! El agua ya esta aquí! Por favor, somos las hijas de los panaderos!”. Pero a él no le importa.  No les hace caso y continúa su paseo.

 Pasa por delante de la iglesia y ve que aún esta vacía. Así que anda un poco más, hasta llegar a la Residencia, y en el claustro se encuentra a  William.
-¿Vaya, ya estas aquí, gato gordo?-. La bola de pelo se retorcía entre sus piernas. Él empezó a acariciarle  detrás de las orejas. El gato se acercó ronroneando a una de las numerosas puertas.- Sí, sí, un poco de leche...Ya va, ya va…

Y se lo queda mirando con los ojos brillantes, mientras en el pueblo se oían las explicaciones de su amo y los gritos de su mujer.